¿Suicidio demográfico?

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Nunca me ha gustado esta expresión. Las poblaciones no se suicidan, lo hacen los individuos que pertenecen a ellas. Además el suicidio es el acto por el que una persona se provoca deliberadamente la muerte. Y los habitantes de un territorio, imaginémonos España, no adoptan comportamientos conscientes que les lleven a la extinción.

Los partidarios del término suicidio apoyan su uso para definir una situación de bajas natalidades que no permiten renovar las generaciones y contribuirían, en última instancia, a dificultar la propia supervivencia. El reducido número de nacimientos que tienen hoy algunos países es una realidad incontestable. Pero las parejas no tienen más niños, no por un deseo de contribuir a la involución demográfica de su sociedad, si no por motivos que se relacionan fundamentalmente con sus propias condiciones y dificultades de vida. No hay conciencia colectiva y deliberada de provocar un problema, pero no la hay tampoco de que tantos comportamientos malthusianos a la vez contribuyen a crear una situación de hondas repercusiones socio-económicas.

En muchas ocasiones he defendido la necesidad de implementar políticas de ayuda familiar que mejoren nuestra natalidad. Tenemos algunos ejemplos europeos que han probado la eficacia de tales medidas, Suecia a la cabeza de los países con más éxito. Pero además de las acciones económicas o sociales que hagan de la maternidad una tarea más fácil y conciliable con el trabajo sería conveniente un buen marketing que vendiera bien que para un país es mejor una fecundidad más alta que un valor tan irrisorio como el que tenemos.

Necesitamos 2,1 hijos por mujer para renovar las generaciones, pero solo llegamos a 1,33, un índice demasiado bajo para que resulte fácil salir de él sin ayudas y sin convencer a la gente de que esa situación es insostenible. China publicitaba la política del hijo único como una condición necesaria para el progreso de la patria, hasta que hace poco han tenido que cambiarla. Nosotros debemos publicitar el tener por lo menos dos y favorecer ese objetivo con incentivos suficientes. No se trata de un suicidio colectivo, sino de una despoblación lenta por inadvertencia.

 

Artículo de Rafael Puyol, Director del Observatorio de Demografía y Diversidad del IE, publicado en el periódico ABC el 19 de febrero de 2018.

 

 

 

 

 

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