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Feliz no cumpleaños

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Una de las características del envejecimiento es que resulta irreversible: tanto el individual, como el que afecta al conjunto de la población. En efecto, una persona no puede tener al año siguiente la misma o incluso una edad inferior a la del año anterior, aunque es preciso reconocer que algunos ciudadanos hacen maravillas al respecto. Una vieja tía mía, ya nonagenaria, decía cuando le preguntaban la edad: “entre los años que yo me quito y los que me ponen mis amigas ya no sé cuántos realmente tengo”. Resulta curioso que en una época en la que vivimos más tiempo que nunca, la gente tienda a quitarse años. Eso se llama, en el caso de las mujeres, la ley de la coquetería femenina que afecta sobre todo a las de mediana edad y que tiene su réplica en los varones que también se quitan años, en este caso a edades más provectas.

Y esa misma irreversibilidad se da con el envejecimiento colectivo. Una tasa alta, por ejemplo del 20 % (población de más de 65 años sobre el total de habitantes) es muy complicado rebajarla. Podría hacerse si sube la natalidad o si aumenta la inmigración. La primera hace crecer la población joven y reduce porcentualmente las demás. La segunda multiplica los adultos entre 20 y 40 años y rebaja los porcentajes de los mayores. Pero para que esta corrección del envejecimiento fuera posible, serían necesarios tantos  nacimientos o tantos inmigrantes que no es razonable pensar que en nuestras sociedades los vayamos a tener. Más niños y más inmigrantes pueden evitar que el envejecimiento crezca más o incluso que se reduzca un poco, pero no van a  cambiar radicalmente la situación.

Así pues, envejecer se ha convertido en un fenómeno estructural de nuestra población. Tenemos que aprender a vivir con él y establecer estrategias para enfrentar sus problemas y políticas para aprovechar sus oportunidades. El envejecimiento como problema tiene en Google 5,3 millones de resultados y como oportunidad solo 1,5 millones. Es una balanza muy desequilibrada que habrá que ir corrigiendo.

 

 

Artículo de Rafael Puyol, Director del Observatorio de Demografía y Diversidad del IE, publicado en el periódico ABC el 8 de abril de 2018.

 

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