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No podemos retirarnos tan pronto

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La demografía española se caracteriza por una natalidad muy baja y un envejecimiento fuerte y creciente. La combinación de esas dos variables va a influir decisivamente en nuestro mercado de trabajo que tendrá cada vez menos jóvenes y cada vez más seniors con una vida laboral prolongada. Por el momento, no son muchos. En el primer trimestre de 2018 la población ocupada de 55 años y más reúne 3,2 millones de personas que se concentran sobre todo en la franja de 55 a 59 años. Las cifras bajan mucho a partir de los 60 años y estrepitosamente desde los 65 y eso pese a que desde el año 2000 observamos una subida de los efectivos que solo consigue mejorar un poco nuestras tasas de empleo en relación a las mucho más altas que tienen los países nórdicos, los balcánicos u otros territorios de la UE.

En ese proceso de mejora, aún tímido, han participado los dos sexos, especialmente las mujeres que  reducen la distancia con los varones. Son personas con un buen nivel educativo sobre todo en las edades más altas que se emplean especialmente en el sector público, la agricultura, la sanidad o la educación y menos en la construcción, la industria o en las ramas con un uso más intenso de las nuevas tecnologías. En cualquier caso, el crecimiento de los trabajadores sénior hay que relacionarlo con su mayor peso en las  actividades que exigen un menor esfuerzo físico, con una salud mejor que permite trabajar hasta edades más altas y por la paulatina reducción de incentivos para terminar la vida laboral de forma anticipada. Cada vez hay más seniors en la mano de obra real y en la fuerza potencial que reducirá sus efectivos en favor de la primera debido al estrechamiento de la base de la pirámide laboral. ¿Son conscientes nuestras empresas de esta realidad demográfico-laboral? ¿Hacen algo para enfrentarla? .Ciertamente ,crece el número de compañías que se van concienciando de la necesidad de retener más tiempo a sus trabajadores mayores, pero son pocas las que han definido estrategias para enfrentar ese reto. Además de escasos, los trabajadores mayores siguen trabajando en las mismas condiciones de ocupaciones y dedicación que desempeñaban antes de los 55 años. Hay pocas compañías que ofrecen planes de formación u otro tipo de acciones para conservar y potenciar la actividad de estas personas .El panorama es bastante desolador. Afortunadamente, hay ejemplos de “buenas practicas” que definen condiciones de trabajo adecuadas para sus seniors: acciones para mejorar el desarrollo profesional, medidas de seguridad y salud laboral, instrumentos de sensibilización y reconocimiento de la aportación de valor de estos profesionales, mecanismos para regular la organización y el entorno de su trabajo etc. Desgraciadamente, la mayoría de estas y otras medidas son acciones aisladas y no se enmarcan en un plan de acción integral con objetivos y calendario. Empieza a hacerse camino al andar, pero el sendero a recorrer es todavía largo.

Fortalezas y debilidades
Un elemento positivo en todo este proceso es la alta valoración que hacen las empresas de los séniors, en particular de sus conocimientos ,su experiencia, su fidelidad, su motivación, su responsabilidad, su aptitud para trabajar en equipo o su papel como mentores. Frente a estas fortalezas existen otras debilidades casi siempre basadas en prejuicios o en creencias infundadas. No es una evidencia irrefutable que los trabajadores mayores tengan una productividad, una capacidad de adaptación o una motivación y ambición menores que los jóvenes. Ni que ocupen los puestos más relevantes del escalafón y bloqueen las posibilidades de contratación y promoción de los Juniors. Será necesario resolver la generalizada falta de estrategias de las empresas para favorecer la prolongación de su actividad. Y resultará imprescindible un diálogo social entre los cuatro grandes interlocutores del mercado de trabajo. La Administración que debe favorecerlo con medidas más generosas para los trabajadores y las empresas .Los sindicatos no entorpecerlas. Las compañías definir esas acciones para que la actividad se desarrolle en las condiciones de satisfacción y productividad adecuadas. Y los trabajadores tomar conciencia de que con esperanzas de vida que pronto rondarán los 90 años deben asumir que sus vidas laborales tendrán que ser más largas.

 

Artículo de Rafael Puyol, Director del Observatorio de Demografía y Diversidad del IE, el 13 de junio de 2018.

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