Derechos, personas mayores y edadismo

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Previamente publicado en infoLibre. Por Sacramento Pinazo Hernandis, Fernando Flores.

Además de todas las muertes que lamentamos, con el covid-19 hemos asistido a un repunte del edadismo, el sistema de prejuicios que afecta a las personas mayores y que se muestra de maneras variadas como en el miedo a la vejez, a la enfermedad, a la discapacidad, a la inutilidad y a la muerte. En estas semanas este edadismo se ha manifestado en un mensaje tan simplista como negativo: “las personas mayores son un grupo homogéneo, todo él formado por personas vulnerables, débiles e incapaces de aportar nada en momentos de crisis”.

Esta caracterización de los mayores no es inocua, ha tenido y tiene consecuencias perjudiciales, para ellos y para la sociedad. El desvalor de sus vidas, que tienen que ser protegidas junto a las de los más jóvenes; la sensación de los jóvenes de ser más inmunes al virus y a su propagación; el aislamiento prolongado de las personas mayores en minúsculas habitaciones de residencias (de 10 a 14m2, en el caso de que sean habitaciones dobles que son las que más abundan); el trato diferenciado en algunos protocolos de atención sanitaria; la escasa priorización dada en la protección y atención médica a este grupo, cuando la OMS ya había advertido que era el de mayor riesgo sanitario; la ausencia de distinción entre personas mayores con autonomía funcional y otros en situación de dependencia afectados por diversas patologías (no es la edad sino las patologías lo que hace a uno más vulnerable); la falta de medios para unos cuidados necesarios para dichas patologías en la hospitalización (inadecuada atención a las personas con demencia y covid-19 en los hospitales por ausencia de unidades de geriatría)…

La pandemia ha hecho aflorar la vulnerabilidad de las personas mayores y de los sistemas de cuidado que debían protegerlas, pero también ha visibilizado el contexto de discriminación en el que muchas de ellas viven. Adultos pueden salir a la calle ya, personas mayores deben permanecer confinadas en sus casas “por su bien”. En el futuro, esta división por edades podría tener consecuencias muy negativas. Saber que uno llega a los 70 años es saber que uno ya se encuentra en ese grupo de más riesgo, cuando la realidad científica dice que no es la edad sino la pluripatología lo que hace a uno más vulnerable.

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