13 Dec Demografía y pensiones
Columna de opinión de Rafael Puyol en el periódico Reforma (México). 17 de Octubre de 2017.
No se puede achacar a la demografía la crisis del estado de bienestar con sus secuelas en el ámbito de las pensiones, los gastos sanitarios o el mercado laboral. La demografía no es la responsable de los cambios a los que nos enfrentamos, sino el contexto en el que se producen . Pero que no sea la culpable en el juicio, no significa que no juegue en él un papel importante.
En las sociedades desarrolladas y en los territorios que están en la fase final de su transición demográfica, ( la mayoría de países de América Latina ), preocupa el futuro de las pensiones y este reto tiene , efectivamente, un contexto demográfico definido por la fuerte caída de la natalidad y el intenso proceso de envejecimiento. El ejemplo de la Unión Europea ilustra bien la situación y puede servir de referencia (y de advertencia) a muchas otras sociedades. El viejo continente se ha convertido en un continente viejo por su historia y su cultura milenaria y por la composición de sus edades. Casi un 20% de su población tiene más de 65 años, la esperanza de vida es de 83 años para las mujeres y 78 para los varones, crecen los octogenarios, nonagenarios y centenarios y ya ha nacido la generación que podrá celebrar su 100 aniversario. El envejecimiento se debe al crecimiento de la longevidad, pero también a la caída de la natalidad debido a índices de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo (menos de 2,1 hijos por mujer), un número cada vez más bajo de mujeres en edad de procrear y una maternidad tardía (por encima de los 30 años).
Y esa combinación de baja natalidad y acusado envejecimiento que se traduce en un número de jóvenes cada vez más reducido y un volumen de viejos cada más numeroso, se traduce en un fuerte desajuste entre población activa y dependiente. Bajo un sistema de pensiones basado en el reparto (los cotizantes pagan las pensiones de quienes les han precedido en el mercado de trabajo), ese desequilibrio que seguirá acentuándose, no permitirá el sostenimiento del sistema. Para paliarlo las sociedades europeas han adoptado algunas medidas sociodemográficas como las políticas de ayuda familiar, el retraso en la edad de jubilación , más mujeres en el mercado laboral o la llegada de inmigrantes. Medidas acompañadas por otras que afectan al sistema de pensiones como las paramétricas que “endurecen” los criterios para su cálculo y las estructurales que introducen sistemas de capitalización sustitutivos o compensatorios.
¿Y qué está pasando en América Latina? ¿Y en Méjico? ¿Hay motivos para la preocupación? ¿Qué lecciones sacar del modelo europeo?
Veamos la situación de las dos variables básicas en el contexto latinoamericano. En materia de natalidad se observa una significativa tendencia a la baja. Ocho países están ya por debajo del nivel de reemplazo de las generaciones y 11 más en valores próximos a 2,1 hijos por mujer. El porcentaje de la población que reúne ambos grupos representa el 93% de los habitantes. Nunca la fecundidad del continente fue tan reducida y las proyecciones señalan que va a seguir descendiendo. La situación del envejecimiento es mejor debido a las altas natalidades del pasado que aseguran un porcentaje mayor de jóvenes. Sólo 5 países tienen una población por encima de los 65 años superior al 10% (umbral del envejecimiento) y en ninguno existe un porcentaje de viejos mayor que el de jóvenes. No obstante, las intensas caídas de la natalidad auguran un envejecimiento más intenso en el futuro. En el quinquenio 2025-2030 la tasa de fecundidad del conjunto de países latinoamericanos y del Caribe será de 1,89 y en 2045-50 de 1,77 y todos (salvo tres) estarán por debajo del nivel de reemplazo de las generaciones. Por su lado, la esperanza de vida alcanzará los 78 años en 2025-30 y 81,3 en 2045-50 .En 2030 la población de 65 años será del 12% y en 2050 del 19,4% la que hoy tiene la Unión Europea ¿Y en Méjico? El país refleja, ejemplifica e influye en las tendencias generales descritas para América Latina. Su tasa de fecundidad actual (2,2 hijos por mujer) está en el umbral de la renovación y el nivel de envejecimiento en una cifra baja que ronda el 7%. Pero las cosas van a evolucionar aprisa. La fecundidad pronto bajará del 2,1 y se situará en 2025-30 en 1,8 y 2045-50 en 1,7 y el envejecimiento rondará el 20% a mediados de siglo.
Así pues, se augura para América Latina y para Méjico en particular, una evolución demográfica similar a la que ha tenido Europa, pero más rápida. El envejecimiento va a ser inevitable y hay que verlo como un hecho positivo cuyas consecuencias serán menos impactantes si se conservan porcentajes de población joven razonables. Para ello se deben mantener tasas de fecundidad en torno al 1,7 – 1,8 hijos por mujer con un balance ligeramente positivo o equilibrado de las migraciones y evitar fecundidades por debajo de 1,5 hijos por mujer. En cuanto a las pensiones, la evolución demográfica como la que se vislumbra, hace inviable mantener mucho tiempo o volver al sistema de reparto. Los instrumentos de capitalización o, al menos, su combinación con el reparto para una pensión básica, es mucho mejor procedimiento. Al menos, el modelo europeo puede servir de ejemplo de lo que es necesario evitar.
Rafael Puyol. Director del Observatorio de Demografía del I.E.
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